Empieza con la calle de perfil. Con el
relieve de todos los edificios dibujando una estadística a
contraluz. La representación gráfica de algo que sube y baja a
intervalos muy cortos y abruptos. Sería divertido sentarse a pensar
qué podría responder a un gráfico tan dinámico.
Podría ser la oscilación del precio
del pescado a última hora en la lonja cuando el vozarrón del
capataz se empieza a dormir porque anoche tuvo jarana. A lo mejor su
hijo tuvo fiebre o a lo mejor la fiebre la tuvieron él y su señora
y se les ha hecho de día y se distrae cantando el precio del quilo
de sardinas pensando en los quilos de su mujer distribuidos entre su
boca y sus piernas.
Podría ser la estructura de la
melodía de muchas músicas sonando a la cinco y media de la tarde.
La mezcla de la canción que canturrean las niñas cuando no las ve
nadie. La sintonía de un programa de la tele, aquél de la
presentadora muy guapa con vestido de purpurina. La última de una
estrella pop que canta sentada en el capó de un coche blanco mirando
al infinito. Las subidas y bajadas de una canción de abuela cantada
en árabe antiguo con gafas de sol y pendientes de pinza muy grandes.
Podría ser trazo de las olas contra
el hormigón, la distribución normal de un cuerpo de agua que se
desintegra en gotas contra el borde de la ciudad. Una estadística
que plantea el problema de la determinación de la unidad de medida:
es una ola, es un mar o es una gota? Es el instante de la masa que se
desparrama en el aire antes de volver a recogerse sobre el mar, bajo
el manto de una campana de gauss que puede ser un sombrero o un
elefante devorado por una serpiente o el perfil de una ciudad antes
de que anochezca.
Por encima de la línea de demarcación
de la ciudad estadística hay un cielo exhaustivo. Algo bastante
blanco,bastante azul y bastante plano. Un cielo resignado a existir
por contrapunto como el amigo silencioso de un amigo parlanchín. En
este cielo las nubes están cohibidas porque si se soltaran el pelo
resultaría difícil distinguir qué es ciudad y qué no. Es más,
cuando las nubes se desmelenan corren el riesgo de quedarse
enganchadas en el pincho de una parabólica, cocinadas a la plancha
en el plato dónde resuenan todos los telenoticias de la región.
Sólo las palomas zurcen el roto entre
skyline y cielo. Cuando al sol le quedan dos dedos de caída libre
sobre el mar los pájaros empiezan su entreno olímpico. Vistas a pie
de calle, aparecen y desaparecen como una parábola tendiente a
infinito. Cosen y recosen el recorrido circular de la azotea a las
nubes con punto lanzado, que “consiste en lanzar el hilo según un
esquema previamente fijado, formando barritas paralelas que
constituyen un conjunto homogéneo y compacto”. Y con la misma
determinación desenhebran la aguja y deshacen la trama cada vez que
se ensancha la bandada y se desparraman los puntos sobre las
coordenadas arriba-abajo, izquierda-derecha, pasado-futuro.
Sociólogas con alas dedicadas a
recomponer cada día el margen de error necesario para que respiremos
las variables anómalas.
It starts with the profile of the
street. With the surface of all the buildings drawing a statistics in
the backlight. The graphic representation of something that goes up
and down in very short and abrupt intervals. It would be fun to sit
and think about what would such a dynamic graphic be representing.
It could be the oscillation of the
fish prices at the end of the day in the fish market when the voice
of the big boss progressively falls asleep because last night was
tough. Maybe his son had a fever or maybe it was him and and his wife
who have been feverish until the daylight and so he's distracted
singing the price of a kilo of sardines while thinking of his wife's
kilos around his mouth and his legs.
It could be the structure of the
melody of many musics playing at half past five in the afternoon. A
combination of the song that girls sing when they think no one sees
them. The jingle of a tv show, the one with a very pretty anchor
wearing a glittering dress. The one of the latest pop star who sings
sitting in a convertible white car staring at the infinite. The ups
and downs of a grandma's song sung in old arabic with sun glasses and
very big clip earrings.
It could the line of the waves against
the concrete, the normal distribution of a body of water
disintegrating into drops against the boundaries of the city. A
statistic that unfolds the problem of determining the unit of
measure: is it a wave, a sea or a drop? It's the moment of a mass
of water splashing in the air before gathering again in the sea, under the
blanket of a gauss glass that can look like a hat or like an elephant
devoured by a snake or like the profile of a city before sunset.
Above the demarcation line of a
statistic city there is an exhaustive sky. Something quite white,
quite blue and quite flat. A sky resigned to live by comparison, like
the silent friend of a talkative friend. In this sky the clouds are
self-conscious because if they go wild it would be difficult to distinguisg what is city and what is not. Actually, when the clouds let
themselves go they are at risk of getting stuck in the hook of a
parabolic antenna, grilled in the dish where the all the newscasts ot he region are resonating.
Only the pigeons dare to sew the
unpicked between the skyline and the sky. When there is only two
fingers of sun remaining before the free fall on the sea, birds start
their olympic training. Seen from the street, they appear and
disappear as a parabola tending to infinite. The sew and re-sew the
circular journey from the rooftop to the clouds with fly stitches,
which consists on trowing the thread according to a previously
stablished scheme, deploying a series of parallel lines that conform
a compact and homogenous body. And with the exact same obsession they
unleash the thread and undo the weft and the stitches are scattered
on the up-down, left-right, past-future coordinates.
Sociologists with wings devoted to
recompose every day the margin of error needed to let the anomalous
variables breath.
0 comentarios:
Publica un comentari a l'entrada