Hola reina,
Puesto que parece ser que a veces una mirada lejana ayuda a ubicarse, me atrevo a escribirte este correo. Si quieres tómalo como un abrazo político para calentarte en Plaza Cataluña o como mi manera de estar en la asamblea, habiendo pasado antes por tu cerebro.
Perder las elecciones ganando la calle:
Vota pequeño, dolerá menos.
Curiosamente desde que prendió la mecha de las plazas he pensado muy poco en las elecciones. Me ha sorprendido ver a tanta gente compartiendo sus argumentos para defender o denunciar el mecanismo del voto, explicando la diferencia entre el voto útil, nulo, en blanco, la abstención, etc.
Yo he votado siempre (o casi). Cada vez me resulta más difícil decidir a quién, pero más difícil me resulta renunciar voluntariamente a un sencillísimo movimiento de muñeca que tanto ha costado conseguir. Esta lealtad metodológica respecto al derecho de voto es algo que debe refundarse y dotarse de contenido constantemente.
Hay que tener muy presente que el voto es solamente un mecanismo para trasladar opiniones y posicionamientos. En este sentido, nos hallamos en una situación en qué las preguntas que se plantean son tantas y tan complejas que es probable que el voto se quede corto para expresarlas todas. De hecho tengo la impresión que se está invirtiendo la lógica del proceso electoral: ya no se trata de votar para posicionar tus respuestas en un ránking de porcentajes, se trata de votar para decidir a quién quieres hacerle tus preguntas.
Es cierto, los partidos de izquierdas han perdido las elecciones municipales y autonómicas. Y tan simplista es achacarlo a las acampadas como proclamar que las elecciones nada tienen que ver con la democracia real, ya.
Puesto que también es cierto que nosotros hemos ganado las elecciones. Las ganamos el 15 de mayo antes de media noche cuando decidisteis que nos quedábamos a dormir en la plaza y que todo el mundo estaba invitado. Que esto es como el amor, quién lo probó lo sabe.
Llenar el vacío
Dicen que a partir de hoy se abre le abismo. Los que defienden esta versión de los hechos han pasado de puntillas por el significado profundo de la ocupación de plazas. Somos un movimiento espasmódico, permanentemente discontinuo que emerge cada vez más a menudo (0'7%, No al BM!, No a la guerra. 13M de 2004, V de Vivienda, etc.).
A diferencia de la política tradicional, esta especie de Guadiana social atrapa a quiénes se mojan los pies. Hemos pasado por la plaza y no podemos quitarnos de la cabeza lo que allí hemos visto, las palabras que hemos oído. Puede que incluso hayamos perdido por primera vez el miedo a hablar ante mucha gente desconocida. La electricidad de la euforia colectiva nos la la fuerza para deshacernos de la falta de autoestima ciudadana, la que nos hace creer que no somos suficientemente expertos como para gobernarnos. Cuando los fundamentos teóricos de la democracia reposan precisamente sobre la asunción que todos los ciudadanos y ciudadanas tenemos la capacidad de decidir lo que más conviene para el bien común.
La autoestima que hace que si nos preguntan de dónde venimos a estas horas de la noche podamos responder sin vergüenza que venimos de una asamblea. Y sentirnos lo suficientemente fuertes como para seguir respondiendo las preguntas de los incrédulos y preguntando a los convencidos. No tenemos respuestas pero hemos entendido que tenemos muchas preguntas. Yo añadiría además que estamos entendiendo que no hay ningún experto a quién no le tiemblen las piernas ante el panorama que se nos viene encima. Más aún, en caso que existiera un tal experto de sangre fría yo no quiero que decida mi futuro.
Nos hemos llevado la política a la plaza. Ahora toca meterse la plaza en el bolsillo y plantarla en el comedor, en la habitación, en el metro, en el trabajo, en la comunidad de vecinos, en el colegio, en la tienda, en la playa. Porque si bien es cierto que el perfil de las personas que entran en la plaza es cada día más diverso, no se puede olvidar que todavía hay muchísimas personas que no se sienten interpeladas por lo que allí acontece. No ignoremos a aquellos que han votado al PP o a CiU o a PxC o la PSOE porque también ellos se quedarán sin subsidio de desempleo y sin sanidad pública y sin escuelas de cualidad. Y la inmensa mayoría de estos votantes son nuestros vecinos, compañeros de trabajo, de vagón de tren.
Recuperar las palabras
El sistema no existe, los fantasmas no existen. Solo existe el miedo (…) No puede existir el sistema por encima de lo que la gente ve y sabe. El sistema solo existe cuando cerramos los ojos y nos quedamos ciegos. El sistema se desmonta a golpe de preguntas.
Para poder preguntarle a la gente que tiene miedo de hablar es preciso recuperar las palabras. Palabras grandes que contienen lo que nosotros queramos. Sistema, Democracia, Crisis, Plaza, Representación, Participación. Palabras que no podemos escribir sin letras, soluciones que no podemos proponer si entender los problemas.
En ello andamos. Decidiendo por dónde debe salir el Sol. Este es el impacto real que por el momento ha tenido la Democracia Real, Ya. Posibilitar que muchas personas puedan mantener entre sí discusiones que nos habíamos dejado robar: rescates financieros, modelos de ciudad, transporte público, paro juvenil, ajuste estructural, pensiones de viudedad, reformas constitucionales.
Perdiendo el miedo a un ridículo que le regalamos a los que pretendan apropiarse de nuestras palabras sin entender que no se trata de ganar la alcaldía la noche de las elecciones, sino de estar dispuesto a trabajar con un una ciudadanía que opina a cada paso del camino.
Vendrán tiempos muy complicados, nos hablan de recortes y de sacrificios. No es casual que quiénes nos lo proponen se autodenominen el Gobierno de los Mejores, recordándonos así que nosotros no somos capaces de entenderlo, que no sabemos leer sus informes, que no hablamos idiomas, que no sabemos qué nos pasa.
Esta semana hemos descubierto que el malestar es un bien común que aumenta su valor en cada uso, que se perfecciona compartiéndolo, que los libros son mejores cuando los comentas con los demás, que la magia del poema está en la relectura que
Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
Malos
Defender la alegría
Nos preguntarán por qué estamos enfadados. Nos pedirán propuestas concretas. Nos instarán a qué adoptemos una forma determinada. Y a mi sólo se me ocurre responder que este movimiento tiene una forma tan concreta como todas las personas que lo componen.
Tiene la cara y las manos de todos y todas las manifestantes que se han parado a discutir en la plaza de su pueblo. Y los oídos abiertos de quiénes lo seguimos desde lejos y lo multiplicamos por todo el mundo.
Mi propuesta es la alegría.
De saber que no encajo en el sistema porque el sistema es tan pequeño que no me cabe dentro.
De tener ganas de llegar a casa para ver qué ha pasado en mi calle.
De sentarme a llenar una hoja en blanco para contarte cuán orgullosa estoy.
La alegría de saber que nos equivocamos y nos excitamos y nos deshinchamos y plantamos tiendas de campaña y para después desplantarlas. Queridos sabios venerables, hace tiempo que sabemos que los movimientos se acaban y las revoluciones se pervierten, pero no estamos hablando de esto. No se trata de materialismo histórico sino de ilusión sistemática. Estamos hablando de
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
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