18 d’abr. 2010

tiempo muerto




Perdía el tiempo.

Lo olvidaba en la mesilla de noche para encontrarlo tras las puertas hecho pelusa de pasillo. Le volaban las horas planchando sábanas, pijamas y calcetines, puesto que faltaban arrugas para llenar las mañanas de silencio.

Escondía el tiempo en las macetas y lo encontraba transformado en caracol de jardinera.

Llenando las cacerolas con guisos de señora se sobraba. A media mañana se peinaba para charlar con las vecinas y saludar a las persianas. Sacudiendo alfombras añejas se le hacía tarde, siempre tarde.

Porque perdía el tiempo.

Pasaba el rato perdiendo el tiempo en revistas de papel brillante. Paseaba entre parterres dibujados en los jardines de otras y se hacía la pedicura bañando los callos en un barreño de todo a cien. Se quitaba años de encima con la piedra pómez, limpia pule y da esplendor.

Con un trozo de papel y un manojo de letras le bastaba. Volaban las tardes enredadas en el humo de un cigarro a escondidas, el último cigarro, de verdad, el último. Anochecía apurando un culo de vino que era el último, de verdad, el último, que pronto se levantan los críos.

Y cuando le quedaba un rato libre, leía para matar el tiempo.


* Ilustración de Nadia Pastor

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