26 d’ag. 2010

taxi

Dormitan las agujas del cuentaquilómetros, desganadas por el sol y por la luna y porque es muy tarde ya para ir corriendo por estas callejas. En el vertíce de la esquina, una tormenta y al otro lado, el océano atrapado en un charco.

Con sus agujas de tejer calles pespuntea las olas de de todos los paseos del mundo peinados con raya en medio a golpe de michelines todoterreno. Sube la ciudad a su taxi con la cara lavada, con el cejo fruncido, con brazos abiertos de manos llenas, sin prisa, con pausa.

Hormiga sobre ruedas transportando migajas de punta a punta de un mapa inútil. No existe esta ciudad. Cada día recogen las calles y las ponen cada día en una calle distinta. A fuerza de trayectos inventa los caminos, un hilo amarrado al salpicadero i un nudo al final de cada carrera.

No existe esta ciudad.
Pero nos enredamos todos en su madeja.

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