Hoy es el día en que al despertarte sabrás que no te queda ya más tiempo.
Hoy es el día en que el reloj avanza a
machetazos abriendo el camino de vuelta.
Hoy es el día en que has pensado desde
la primera vez que pisaste esta ciudad.
Olía áspera la humedad y era víspera de ramadán. Un desconocido te esperaba a la salida del aeropuerto y negoció el taxi hasta tu primera cama.
Hoy pasas lista a todas aquellas cosas
que te gusta hacer en esta ciudad a esta hora del día, cuando caen
el sol y los rezos.
Y lo que más te gusta es pedalear corniche abajo, dejando que el sol te lama la sombra, que los deportistas te miren y tú mirarles a ellos. Ellos corriendo de espaldas, ellos saltando en cuclillas, ellos moldeando el aire con coreografías de karate al viento.
Y lo que más te gusta es pedalear corniche abajo, dejando que el sol te lama la sombra, que los deportistas te miren y tú mirarles a ellos. Ellos corriendo de espaldas, ellos saltando en cuclillas, ellos moldeando el aire con coreografías de karate al viento.
Y llegar a esta hora del día a la
orilla de la playa que abarca el horizonte en un paréntesis por
escribir. Un sol de todos los colores al ritmo del muecín, a merced
del rojo el violeta el azul el amarillo. A merced del olvido a
machetazos por esta despedida.
Una despedida que has escrito mil veces
en silencio ante cada belleza en cada esquina. Que se ha llevado el
humo de los coches por las callejas cada vez que esta ciudad te ha
enamorado. Una despedida que te pica en lugares recónditos, malditos
mosquitos.
Y aquí, con la cerveza que te ha
servido Salif, camarero eterno a quien nunca has dejado propina,
escribes una vez más este sol que se duerme, una vez más, mientras en
la playa se instalan, una vez más, las mesas y las parrillas y los
enamorados de baratillo.
Ahora que sólo nos alumbran las velas
en la mesa y las farolas entre los árboles, pasa un avión a
peinarle las trenzas a las mujeres insomnes y a los gatos huérfanos. Los tejados le hacen
cosquillas a los aviones a ras de suelo con el vientre lleno de ojos
a pares.
Ojos con ganas de áfrica que verán lo que esta ciudad quiera darles, lo que sus ganas les permitan. Que intentarán tal vez en vano encontrarle palabras a este mar de lefa, a esta arena laborable, a este paréntesis hecho playa. Que queriendo atrapar el sol a ti te atrapa.
Ojos con ganas de áfrica que verán lo que esta ciudad quiera darles, lo que sus ganas les permitan. Que intentarán tal vez en vano encontrarle palabras a este mar de lefa, a esta arena laborable, a este paréntesis hecho playa. Que queriendo atrapar el sol a ti te atrapa.
Las olas siguen rompiendo en blanco
roto contra la ciudad y tú eres hoy tres ramadanes más vieja, dos
colinas más alta, una ciudad más lejos.
Y todavía no has logrado escribirla como merece porque a esta ciudad no hay quien la escriba, apenas a vivirla alcanzamos.
Y todavía no has logrado escribirla como merece porque a esta ciudad no hay quien la escriba, apenas a vivirla alcanzamos.