ellos
duermen en camas de plomo
viven en casas de humo
ellas
peinan paréntesis
enfilan puntos suspensivos
ell@s
sueñan interrogantes de alambre
tejen bocanadas de aire
Ilustración de Carlos Murillo
20 de gen. 2010
12 de gen. 2010
siento
Estoy empapada, calada hasta los clavos. Llueve llueve llueve en esta esquina. No sé dónde estoy y la gente pasa. Se me está escarchando la dignidad y el barniz.
Llevo tiempo arrinconada. Murió Plàcida y la casa quedó vacía. Se esfumó el guiso añejo, volaron sus canciones perdidas. Se sentó su culo de mal asiento sin contar conmigo, erguida en mi pena.
Se me erizaban las fibras con el roce de su falda, remolino blanco contra mi piel frotaba su intimidad contra la mía. El calor de su espalda contra la mía. El vacío entre mi piel y sus nalgas, el puzzle inacabado de nuestros cuerpos. Sus brazos pesados sobre mis brazos alzados, atrevidos, siempre dispuestos a sujetar su pensar, su cansancio.
Y mis aristas por pulir erosionadas con su reposo, romas a base de tardes de costura. Y su ausencia marcada en los huecos de mis carnes.
Sentada sobre mi misma me hallo inútil si no la siento. Incómoda en esta calle nocturna.
Taconea una mujer al otro lado de la esquina. Siento el deseo que recorre sus piernas, llena sus ojos cansados. Escruta mi silueta bajo el farol, me agarra por los brazos y
Se sienta.
*Ilustración de Juan Cardosa
11 de gen. 2010
cercanías
Sombras matutinas en un andén bailan con el viento que pasaba por ahí. Se balancean al ritmo del frío sobre los raíles marcando las distancias con abrigos de castidad. Llega el tren con música de fondo y termina el guateque, se sientan las sombras bajo la luz clínica y buscan qué mirar para no mirarse.
Yo le miro las manos de metalúrgico. Piel de aceituna ajada, entre la aspereza del trabajo y la suavidad de la vejez. Se sienta erguido con porte de reyes, elegancia de cuello cisne, elegancia de pobre con chaleco de punto y pantalón remendado.
Entre sus manos un libro forrado en papel periódico, las hojas amarillas en los bordes, las letras hundidas con ímpetu de imprenta vieja. Vuelvo a sus dedos, sus uñas ancianas cuadradas pulcras. Ante cada nueva página se humedece las yemas de pura emoción.
Por encima del hombro le busco el perfil moreno. Pelo blanco de tantas calles, labios gastados de bocatas y besos, grandes orejas con charlas de bar, nariz de fino paladar. Ojos pequeños.
Contra la ventana, lluvia de otoño. En la hoja, primavera rota.
Por su mejilla un lagrimón parsimonioso surca las alamedas arrugadas hasta llegar al mentón. Se columpia al ritmo del tren que se columpia al ritmo del raíl que se columpia al ritmo del viento. Se suicida sobre una conjunción copulativa página 49 alfaguara 1986.
Entonces saca un pañuelo con iniciales en la esquina. Seca las penas de papel en times new roman. Sonríe y me dice
Sabe usted, yo quería ser poeta.